domingo, 30 de enero de 2011

LAS BASES DE MANRESA.

Bases de Manresa

El poder central se organizará sobre el concepto de la separación de las funciones legislativa, ejecutiva y judicial.
El poder legislativo central radicará en el rey o jefe del Estado y en una asamblea compuesta de representantes de las regiones, elegidos en la forma que cada uno estime conveniente; el número de representantes será proporcional al de habitantes y a la tributación, debiendo tener tres como mínimo. (oo.)

Poder regional
Base 3", La lengua catalana será la única que con carácter oficial po¬drá usarse en Cataluña y en las relaciones de esta región con el poder central.
Base 4", Solo los catalanes, ya lo sean por nacimiento o en virtud de na¬turalización, podrán desempeñar en Cataluña cargos públicos, incluyén¬dose en estos los gubernativos y administrativos que dependan del po¬der central. También deberán ser desempeñados por catalanes los car¬gos militares que impliquen jurisdicción (.oo).
Base 6". Cataluña será la única soberana en su gobierno interior; por lo tanto, dictará libremente sus leyes orgánicas, cuidará de su legislación ci¬vil, penal, mercantil, administrativa y procesal; del establecimiento y per¬cepción de los impuestos, de la acuñación de la moneda y tendrá todas las demás atribuciones inherentes a la soberanía que no correspondan al poder central según la Base 1a.
Base 7", El poder legislativo regional radicará en las Cortes catalanas, que deberán reunirse todos los años en época determinada y en lugar diferente.
Las Cortes se formarán por sufragio de todos los cabezas de familia, agru¬pados en clases basadas en el trabajo manual, en la capacidad o en las ca¬rreras profesionales, en la propiedad, industria y comercio, mediante la correspondiente organización gremial en la medida que sea posible (oo.)
Base 9", Ejercerán el poder ejecutivo cinco o seis altos funcionarios nombrados por las Cortes que estarán al frente de los diversos ramos de la administración regional. (oo.)


1. Cuestionario.
a. Clasificar el texto explicando: tipo de texto, circunstancias concretas en el que fue escrito, destino y propósito por lo que se escribió..
b. Indicar y exponer las ideas que aparecen en el texto y resuma su contenido.
c. Responder a las siguientes cuestiones especificas para el comentario de textos ideológicos de los nacionalismos:
i. Redactar las peticiones generales realizadas por las Bases de Manresa .
ii. Redactar el conjunto de peligros a los que hace referencia el texto.
iii. Establecer la relación, circunstancias y condiciones en las que surgen este tipo de peticiones, y que nuevo sistema político replantean.

sábado, 22 de enero de 2011

NACIONALISMO VASCO.

Manifiesto del Partido Nacionalista Vasco

Amenazada de muerte la nacionalidad vasca por el peligro de muerte que corre la raza, a punto de desaparecer su idioma y adul¬terados su espíritu y Tradición, el Nacionalismo Vasco aspira a pu¬rificar y vigorizar la raza, a depurar y difundir el euzkera hasta con¬seguir que sea la única lengua de Euzkadi y a purificar el espíritu y esclarecer la Tradición del Pueblo vasco, encaminándose sus tra¬bajos en cuanto a este fin:
A. A que el Pueblo vasco siga, fervorosamente, las enseñanzas de la Iglesia Católica, Apostólica, Romana, como las siguió y observó en tiempos pasados, con exclusión absoluta de toda doctrina con¬denada por la Iglesia Católica.
B. A que vuelvan a imperar los buenos usos y costumbres olvida¬dos, fomentando los que se conservan y combatiendo los exóticos y perjudiciales.
C. A que las instituciones políticas, jurídicas, económicas, etc., ca¬racterísticas del Pueblo vasco, vuelvan a tener vigencia y acción, amoldadas, en cuanto sea necesario, a la realidad de los tiempos actuales.
D. A que las letras y las artes, que sean manifestación de la nacio¬nalidad vasca, adquieran vida robusta.
Su terreno de acción es Euzkadi, o sea, las regiones todas del País Vasco que se denominan Araba, Gipuzkoa, Nabarra, Bizkaya, La¬burdi y Zuberoa, solar de la raza vasca; (oo.)
Como consecuencia de ello pretende, especialmente, la deroga¬ción por lo que hace a Araba, Gipuzkoa, Nabarra y Bizkaya, de la Ley de 25 de octubre de 1839, y en cuanto a Laburdi y Zuberoa, de las emanadas de los poderes de la Revolución Francesa de 1789. (oo.)
(.00) el Partido Nacionalista Vasco (.n) adopta el lema formado por el gran patriota Arana-Goiritar Sabin, que en euzkera se expresa diciendo Jaun-Goikua eta Lagi-Zarra (Dios y ley vieja).
Aberri, 15 de diciembre de 1906.

1. Cuestionario.
a. Clasificar el texto explicando: tipo de texto, circunstancias concretas en el que fue escrito, destino y propósito por lo que se escribió..
b. Indicar y exponer las ideas que aparecen en el texto y resuma su contenido.
c. Responder a las siguientes cuestiones especificas para el comentario de textos ideológicos de los nacionalismos:
i. Redactar las peticiones generales realizadas por el PNV .
ii. Redactar el conjunto de peligros a los que hace referencia el texto.
iii. Establecer la relación, circunstancias y condiciones en las que surgen este tipo de peticiones, y que nuevo sistema político replantean.

sábado, 15 de enero de 2011

TEXTO MANIFIESTO DE SANDHURST

El Manifiesto de Sandhurst

El joven heredero de Isabel II, Alfonso, que se encontraba en la academia militar de Sandhurst, hace público un manifiesto en el que se presenta ante la opinión pública española e internacional como un rey de voluntad constitucional:
"He recibido de España un gran número de felicitaciones con motivo de mi cum¬pleaños, y algunas de compatriotas nues¬tros residentes en Francia (...). Cuantos me han escrito muestran igual convicción de que solo el restablecimiento de la monar¬quía constitucional puede poner término a la opresión, a la incertidumbre y a las crueles perturbaciones que experimenta España (...).
Huérfana la nación ahora de todo dere¬cho público e indefinidamente privada de sus libertades, natural es que vuelva los ojos a su acostumbrado derecho constitu¬cional y a aquellas libres instituciones que ni en 1812 le impidieron defender su independencia ni acabar en 1840 otra empeñada guerra civil. Debioles además muchos años de progreso constante, de prosperidad, de crédito y aún de alguna gloria (...).
Por todo esto, sin duda, lo único que ins¬pira ya confianza en España es una mo¬narquía hereditaria y representativa, mi¬rándola como irreemplazable garantía de sus derechos e intereses desde las clases obreras hasta las más elevadas (...1.
No hay que esperar que decida yo nada de plano y arbitrariamente; sin Cortes no resolvieron los negocios arduos los Príncipes españoles allá en los antiguos tiempos de la Monarquía (...). Llegado el caso, fácil será que se entiendan y con¬cierten las cuestiones por resolver entre un príncipe leal y un pueblo libre (...). Sea la que quiera mi propia suerte, no dejaré de ser buen español, ni, como to¬dos mis antepasados, buen católico, ni, como del siglo, verdadero liberal (...). Nork Town (Sandhurst), a 1 de diciembre de 1874".


1. Cuestionario.
a. Clasificar el texto explicando: tipo de texto, circunstancias concretas en el que fue escrito, destino y propósito por lo que se escribió..
b. Indicar y exponer las ideas que aparecen en el texto y resuma su contenido.
c. Responder a las siguientes cuestiones especificas para el comentario de Manifiestos.

LA RESTAURACIÓN.

EL REGIMEN POLITICO DE LA RESTAURACIÓN (1875-1931).


1. La Restauración: Bipartidismo y caciquismo.
a. La Restauración borbónica, etapas. A lo largo del Sexenio, Cánovas del Castillo ha comenzado ha atraerse grupos sociales diversos pero con la misma identificación conservadora: políticos, militares, aristócratas, financieros, grupos de poder y presión cubanos, etc. Su propósito es que vuelvan a reinar los Borbones pero no a través de un pronunciamiento, sino por una acción constitucional.
b. La proclamación de Martínez Campos, el 29 de diciembre de 1874, en los Campos de Sagunto, del príncipe Alfonso, hijo de Isabel II, como rey de España frustra esta intención. Este pronunciamiento cuenta con el apoyo de los generales Primo de Rivera, Jovellar, Dabán, conde de Valmaseda, etc.
c. El régimen presidencialista que ocupaba el poder, cede ante los hechos consumados, y confieren a Cánovas la formación de un gobierno provisional.
d. Políticamente, el nuevo régimen cuenta con un programa político, reflejado en los términos del Manifiesto de Sandhurst. En este se promete la implantación de un régimen constitucional y parlamentario, orden, patriotismo, religión católica y liberalismo doctrinario. Lo contrario al régimen de 1869 y al republicano. Para ello, se necesitaba la aprobación de una nueva Constitución y del apoyo del principal partido de la oposición, el llamado constitucionalista de Sagasta, para crear una alternancia política en el poder, entre los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta. Finalmente se consiguió.
e. A la muerte de Alfonso XII, se establece la Regencia, en la persona de la segunda esposa del rey, Maria Cristina. Aquí se escenifica el llamado Pacto de El Pardo, donde Cánovas y Sagasta acuerdan sucederse pacíficamente en el poder desterrando conspiraciones de cara a pronunciamientos, tanto para consolidar el nuevo régimen, como para evitar proyectos revolucionarios de carlistas como de republicanos. El método consistiría que cuando uno de estos gobiernos tuviese una crisis política interna, este dimitiría y sería la Regente la encargada de formalizar la crisis, dando paso al partido de la oposición para que forme gobierno.
f. Durante el reinado de Alfonso XIII(1902-1931), el sistema fracasará por las crisis que veremos, pero sobre todo por la división interna de los partidos internos, produciendo la caída de la Restauración.
2. Cánovas y la Constitución de 1876.
a. Desde el 1 de enero de 1875 al 15 de febrero de 1876, Cánovas ejerce como presidente del Consejo de Ministros junto a la supervisión de los trabajos de la nueva Constitución. Para Cánovas, el nuevo texto debía ser atractivo a los carlistas como a los liberales o los republicanos, pero con la condición de que estuviesen desengañados de la Revolución. Se prometían múltiples libertades, dentro de un evidente conservadurismo social que prometía a la vez no restaurar la constitución de 1845. Su idea principal era controlar el país y el sistema mediante una política de centro.
b. Se eligieron unas Cortes Constituyentes por sufragio universal masculino, buscando el mayor grado de representación dentro del espectro político español a nivel de partidos. Ello supondría indirectamente un apoyo al nuevo régimen. La misión era elaborar una nueva Constitución, instrumento para que pudiesen gobernar todos los partidos evitando que al contrario que en 1869 cada partido tuviese su proyecto propio de Constitución.
c. La Constitución definió una serie de principios inmutables. El primero, que la soberanía reside en las Cortes con el Rey, dejando de lado la soberanía nacional a favor de la compartida. Las Cortes tienen el poder legislativo, se estructuran bicameralmente: Congreso de los Diputados y Senado. Los diputados serán elegidos a razón de uno por cada 50.000 habitantes, mientras que los senadores se eligen por tres sistemas: por derecho propio (altos mandos de la Iglesia, ejército o nobleza), vitalicios designados por el rey, y los nombrados por las Corporaciones y los mayores contribuyentes.
d. Los restos de la Constitución de 1869, se concretan en el mantenimiento de libertades y derechos tales como la inviolabilidad del domicilio, libertad de opinión, reunión, asociación y derecho de petición al Rey, Cortes o autoridades.
e. El punto mas polémico será el del artículo II, por la definición del Estado como confesional católico, recordando a la Constitución de 1845, frente a la defensa de la libertad religiosa contemplada en la Constitución de 1869y en la Primera República. La polémica estalló en el momento de la supresión de la libertad de cultos.
f. La elaboración de la Constitución, dejo paso al siguiente problema: la elaboración de las respectivas leyes electorales en por las Cámaras. En el caso de los conservadores, estos preferían el voto censitario, lo que queda consignado en la ley de 1878: solo pueden votar varones mayores de 25 años, pagadores de una cuota mínima de 25 pesetas anuales de contribución territorial o 50 pesetas de subsidio industrial. En el caso de los liberales, optan por el sufragio universal masculino, reflejado en la ley de 1890. En conjunto, ambos partidos ponen en marcha una red de caciquismo local basada en la manipulación electoral.
3. El Turno de partidos: conservadores y liberales.
a. El partido conservador, lanzará sus ideas a través de la prensa mediante el diario La Época. Tanto él, como su segundo, Francisco Silvela proceden de los cuadros de la Unión Liberal, al igual que Romero Robledo, el pragmático hacedor de elecciones. Durante toda la Restauración sabrán aglutinar a grupos políticos opuestos, organizando procesos electorales que les favorezcan. Se recogen los restos del antiguo partido moderado. Al lado de los conservadores, en torno a 1881 se formará la Unión Católica, formada por los conservadores católicos como Alejandro Pidal y Mon, los condes de Orgaz y Canga-Argüelles. En el mismo año que Sagasta accede a la Presidencia del gobierno..
b. La acción de Canovas, no se concreta sólo en formar su propio partido conservador, sino que hará todo lo posible para robustecer el partido de la oposición, el liberal, favoreciendo todas las medidas en este sentido de Sagasta.
c. El partido liberal, dirigido por Práxedes Mateo Sagasta, liberal progresista que ha participado en las revoluciones de 1854 y 1868, ocupando cargos ministeriales en el sexenio, transformará el partido constitucional entre 1876 y 1880 en el Partido Fusionista en 1880. En él recogerá a militares del prestigio de Martínez Campos y Jovellar, nobles como Valmaseda y a partir de 1883 servirá de polo de atracción a políticos radicales como Cristino Martos y Segismundo Moret.
d. Desde el principio, el partido liberal tendrá como bandera de batalla la transformación del sistema de sufragio censitario en universal, que logrará en 1890. Es en esta fecha, donde se incorporan al partido liberal diferentes políticos republicanos, caso de Castelar.
e. Los partidos dinásticos en general, comparten una serie de ideas comunes: nacionalismo español, liberalismo político y capitalismo al uso de la época. Sus objetivos comunes: compatibilidad del orden político con el social y buscar el camino de sacar a España del atraso en que se encontraba. Sin embargo, los puntos de partido para lograrlo eran diferentes. Los conservadores, presentan una fusión de ideas del antiguo partido moderado y de la Unión Liberal, mientras que los liberales, reúnen ideas del partido demócrata y de los republicanos.
f. El sistema se encuentra limitado, a la derecha por el Carlismo en defensa del absolutismo y el catolicismo sin concesiones; y a la izquierda, el republicanismo, socialismo y anarquismo.
g. A pesar de la aprobación del sufragio universal, ambos partidos son partidos de notables, que obtienen el triunfo electoral gracias a los resortes de los caciques, los políticos locales y los círculos empresariales, reunidos en una oligarquía de poder que manipula una amplia masa popular rural analfabeta y conformista, cuya complicidad en las elecciones compran por pequeños favores.
4. Oligarquía y caciquismo.
a. El sistema de formación de gobierno, pasaba por el encargo del rey de formar gobierno al líder de uno de los dos partidos mayoritarios. El paso siguiente era la convocatoria de elecciones a Cortes, previa disolución de las presentes, en las cuales el Ministro de la Gobernación del gabinete tomada las medidas necesarias para asegurarse la conveniente mayoría electoral.
b. El recambio se producía a diferentes niveles, acompañado por el cese de los funcionarios de la administración procedentes del partido que había pedido el poder. Se procedió en consecuencia a preparar el proceso electoral: publicación de una ley electoral favorable, contando en cada una de las provincias con una serie de personajes favorables, desde terratenientes a empresarios pasando por profesiones liberales, que “organizasen los resultados electorales”, con el concurso de los caciques locales.
c. El cacique, tiene una concreta identidad geográfica. Representa el poder en los pueblos y pequeñas ciudades españoles. Suele ser un rico influyente, o un administrador de grandes propiedades. En consecuencia tiene una amplia clientela popular que depende de él. Proporciona empleos, concesiones administrativas, y en suma, despliega la influencia suficiente para condicionar los resultados electorales adecuados para los intereses de su partido. En el caso de los pequeños favores los proporcionaba él mismo. Si estos eran mas importantes, acudía a la capital de la provincia o a Madrid si era necesario.
d. En el ámbito familiar, se darán casos de caciques de los dos partidos, con lo cual la prosperidad de la familia estaba asegurada. En algunos casos, el cacique cambiada de bando por intereses propios llevando consigo a sus clientelas de votantes. El encasillado y el pucherazo eran comunes en esta época.
e. La escala de dominio electoral tiene sus propias graduaciones. El político en Madrid, el gobernador civil en la provincia, y el cacique en los pueblos eran los mecanismos indispensables en la maquinaria electoral durante la Restauración.
f. La opinión publica electoral no era el aspecto decisivo de este sistema, pues las decisiones ultimas estaban tomadas antes de iniciar el proceso electoral, siendo común que en los distritos rurales, se sabía con antelación el sentido del voto de un casi 70% del electorado, conociéndose el nombre de los candidatos ganadores y perdedores. En los distritos urbanos, la cuestión era mas complicada, produciéndose un amplio espectro de reparto entre los partidos dinásticos y los de oposición, carlistas, republicanos, regionalistas y socialistas, pues era mas difícil crear mecanismo de manipulación con garantías de éxito. Sin embargo, la población rural mayoritaria aseguró en buena medida la marcha del proceso en los primeros 25 años de la Restauración.
5. Las oposiciones a la Restauración.
a. El Carlismo, tras su derrota en febrero de 1876, con la salida al exilio del pretendiente Carlos VII y de sus ejércitos derrotados, aseguro en el trono a Alfonso XII. Ello no impidió que muchos católicos y miembros de la Iglesia apoyasen al Carlismo, pues se produjo una defensa de la monarquía tradicional, la foralidad y la unidad religiosa. Algunos de los carlistas, impulsados por el propio Cabrera llegarían a integrarse en el partido conservador.
b. Surgieron disidencia en el seno del Carlismo por la derrota, como sería el caso de Nocedal, que desde la clandestinidad se desligó de la obediencia al Pretendiente. Siguieron oponiéndose al rey liberal, pero fueron decididamente tradicionalistas y antiliberales. Nocedal creó el diario El Siglo Futuro, e incluso se dio el caso de carlistas que recibieron el permiso de Carlos VII para presentarse a las elecciones, aprovechando el sufragio universal desde 1890. Otros integrarían los partidos nacionalistas de Cataluña y el País Vasco.
c. La oposición republicana, se produjo una división entre los republicanos unitarios. Ruiz Zorrilla formó el Partido Republicano Progresista, que contaba con gran parte de los cuadros políticos del republicanismo y con mandos del Ejército. Se realizaron dos intentos de pronunciamiento republicano en 1875 y 1886, que fracasaron, siendo el último, el del brigadier Villacampa el de mas repercusión, fracasando igualmente.
d. Se produjo a partir de 1886, la participación de los republicanos en los procesos electorales, dirigidos por Nicolás Salmeron, que creó la Unión Republicana en 1893, con buenos resultados electorales en las ciudades, caso de Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao. El partido se escindiría a la muerte de Ruiz Zorrilla en 1895, con la formación del Partido Radical que llegaría a liderar Alejandro Lerroux.
e. Existía otra tendencia, la posibilista, moderada dirigida por Emilio Castelar, que entre 1891 y 1893 acabaría integrándose en el partido liberal tras conseguirse el sufragio universal y la ley del jurado. Sólo quedará el republicanismo federalista de Pi y Margall, que a finales de siglo se convertirá en un republicanismo nacionalista como el de Almirall en Cataluña, Arana en Euskalerría o de Brañas en Galicia. En general el republicanismo no supuso un gran opositor político para la Restauración hasta las primeras décadas del siglo XX.
6. El movimiento obrero.
a. El primer gobierno de Canovas (1875-1881), práctico una política de represión del movimiento obrero gestado en el sexenio, con prisiones y destierros de miembros a las Filipinas. Sus Congresos fueron suspendidos, clausurados sus diarios, siendo consideradas sus actividades ilegales. La atmósfera de represión y clandestinidad, llevó a una radicalización revolucionaria de los integrantes del movimiento, pues el gobierno aparecía como el defensor de los patronos y los terratenientes. Dentro de esta atmósfera de enfrentamiento se produjeron los dos primeros atentados anarquistas contra Alfonso XII en 1878 y 1879 de inspiración anarquista. Esta táctica entraba dentro de la aconsejada en el Congreso de Londres de 1881, año en que fue asesinado el zar Alejandro II.
b. La década de 1880, con los gobiernos liberales de 1881-1883 y 1885-1890, fue mas pacífica, pues se adoptaron medidas mas tolerantes que consolidaron las organizaciones obreras, que fueron legalizadas por La Ley de Asociaciones de 1887. Por estos años se produce la unión de los anarquistas catalanes, caso de Anselmo de Lorenzo y García Viñas con los campesinos andaluces de la Unión de Trabajadores del Campo, formando en el congreso de Barcelona la Federación de Trabajadores de la Región Española F.T.R.E., destinada a organizar un sindicato desde el que defender por medios legales al proletariado a través de las ideas anarquistas.
c. En el caso de los anarquistas andaluces de Cádiz, partidarios de la acción directa en respuesta a la negativa de los terratenientes andaluces de conceder el aumento de salarios y suprimir el contrato a destajo barato, se desentienden de las directrices del Congreso. La crisis de la cosecha de 1882 subió la tensión, con el estallido de huelgas, revueltas, incendios, asaltos a tiendas, como los disturbios de febrero de 1883. Surge en estos momentos una organización, la Mano Negra, nombre dado por el gobierno y la prensa oficial, que supuestamente denominaba a ala organización como una organización secreta y terrorista, cuyos actos alteraban el orden público y perjudicaban a los proletarios andaluces. La tarea de desarticulación de la organización dio lugar a quince penas de muerte en el juicio celebrado en Jerez. En 1892 se volvería a repetir la represión sobre otro levantamiento anarquista.
d. Los socialistas, comienzan su andadura de la mano de Pablo Iglesias, fundan en Madrid el Partido Socialista Obrero Español, PSOE. Sus ideas serán divulgadas a través del diario El Socialista, En 1888 nace el primer sindicato socialista, la Unión General de Trabajadores UGT. Entre 1890 y 1900 el partido y el sindicato crecen en afiliados sobre todo en las ciudades y en los centros industriales de Asturias, Madrid, Cataluña y el País Vasco.
e. En este periodo, los anarquistas han disuelto la FTRE llegando a acuerdos esporádicos de resistencia contra el Estado. En 1890 protagonizan las jornadas violentas del 1ª de mayo, resurgiendo entre 1893 y 1896, con una serie de atentados terroristas, siendo en ocasiones las detenciones arbitrarias, consiguiendo en ocasiones las confesiones con prácticas de tortura, caso de los procesos de Montjuich de 1896.
f. Las leyes represivas de 1894 y 1896, acabaron con el terrorismo anarquista como manifestación global, pero no impidieron caso aislados como el asesinato de Canovas del Castillo a manos del anarquista Angiolillo como venganza por los procesos de Montjuich.
g. La evolución del PSOE y la UGT, es diferente. Aquí bajo la dirección de Pablo Iglesias se combinan las manifestaciones con las huelgas y la participación en las elecciones municipales y nacionales. Aparecen los primeros resultados positivos en la huelga de mayo de 1890, donde los empresarios catalanes rebajaran la jornada laboral a 9-10 horas con un aumento de salarios.
h. Desde 1894, tanto el partido como el sindicato, se inclinaron a una táctica a corto plazo centrada en conseguir medidas reformistas, renunciando a los objetivos revolucionarias para un futuro. Esto les conduce a frecuentes pactos con los partidos republicanos con militantes obreros, consiguiendo del poder la aprobación de las primeras leyes sociales en 1899: responsabilidad empresarial en los accidentes de trabajo y protección al trabajo infantil y femenino.
7. Nacionalismo y Regionalismo.
a. Los orígenes, de los nacionalismos catalán, vasco y gallego se encuentran en un renacimiento cultural y lingüístico, un federalismo político, un proteccionismo económico y un tradicionalismo.
b. Desde mediados del siglo XIX, se desarrollo un proceso de recuperar cultural en Cataluña, el País Vasco y Galicia. Comienzan a surgir círculos culturales como el Centro Vasco de Bilbao, La Liga Gallega de Santiago de Compostela o la Lliga de Catalunya. A ello se une la aparición de diarios nacionalistas como El Correo Vasco, La Patria Gallega ó La Reinaixenca. Se constata también la presencia de un grupo de escritores que abandera este renacimiento cultural, como Rosalía de Castro, Alfredo Brañas o Manuel Murgia.
c. Las ideas federalistas difundidas durante el Sexenio tienen eco en Cataluña y el País Vasco. Base de ello será el superior desarrollo industrial, la existencia de una rica burguesía defensora del proteccionismo y de las libertades formales y forales frente a otras regiones. A este desarrollo industrial se une la llegada masiva de inmigrantes, llegando a ser en 1900 el 47% de la población bilbaína inmigrante.
d. En el caso catalán y vasco, esta presente con especial incidencia el hecho diferenciador destacado por intelectuales de ambas tendencias, caso de Sabino Arana, Brañas y Prat de la Riba, entre otros. En conjunto, todos defienden la lengua propia, las raíces históricas y el respeto de tradiciones centenarias.
e. La crisis de 1898 y la Primera Guerra Mundial, fueron el impulso definitivo al nacionalismo vasco y catalan que supuso la presencia de diputados nacionalistas en el Congreso de los Diputados. A ello se une la presencia de nuevos nacionalismos caso de la Valencia Nova o el ideal andaluz de Blas Infante.
8. El Nacionalismo catalan.
a. El catalanismo que surge durante la Restauración es heredero directo del federalismo republicano de Pi y Margall, que retoma Valentí Almirall entre 1879 y 1881 a través del periódico Diarí Catalá. Es Almirall el primero que reune en Barcelona a la altura de 1880 el Primer Congreso Catalanista. En 1885 participa el en la redacción del Memoria en defensa de los intereses morales y materiales de Cataluña enviado por un grupo de catalanes a Alfonso XII. En 1886, publica su libro Lo Catalanisme que recuerda los episodios mas gloriosos de la Historia de Cataluña. Las bases del movimiento político catalán quedarán definidas en 1892 cuando Almirall y Prat de la Riba publiquen Las Bases de Manresa.
b. La crisis de la Restauración, a finales de la década de 1890, impulsa la difusión de las ideas catalanistas. Papel clave lo jugará el Modernismo, movimiento cultural catalanista en literatura y arte que sustituye a la Renaixenca, impulsando el modernismo de las ideas y la política catalanas.
c. La pérdida de las colonias, incide negativamente en la industria y economía catalana, produciéndose un viraje de loa burguesía catalana integrada en buena medida hasta hora en la Restauración a favor del catalanismo político. En 1901 se produce el primer triunfo electoral de una coalición nacionalista, constituyendo el primer núcleo de un nacionalismo catalán conservador: La Lliga regionalista dirigida por Francesc Cambó y Prat de la Riba, con un único objetivo: trabajar por todos los medios legales para conseguir la autonomía del pueblo catalán dentro del Estado español.
d. A principios del siglo XX, queda estructurado un catalanismo ideológico defendido por Prat de la Riba a través del diario La Veu de Catalunya, refrendado por su obra La nacionalidad catalana de 1906. Los puntos mas destacados de esta obra es la incidencia en una regeneración de la política del Estado español, inclusión necesaria de la autonomía catalana y la regulación del catalanismo lingüístico a través de la defensa realizada por Pompeu Fabra que alcanza su culminación cuando en 1913 el Institut d´Estudis Catalans publique las normas ortográficas de la lengua catalana.
e. El catalanismo del periodo, es conservador y monárquico, liderado por Francesc Cambó a través de La Lliga, partido conservador de notables representante de los intereses de la burguesía catalana. El movimiento alcanza cotas de expansión cuando en 1905 aparece La Solidaridad Catalana movimiento que triunfa en las elecciones de 1907.
f. El triunfo electoral, es el mejor camino para recabar de Madrid concesiones autonomistas que concederá el gobierno en 1914 en forma de La Mancomunidad Catalana, con representación de Prat de la Riba, Cambó Fabra. Entre 1901 y 1917, el movimiento catalanista es monopolizado por La Lliga practicando el pactismo con el gobierno central, mientras que el proletariado no catalanista se integra en el movimiento republicano radical abanderado por Lerroux o los sindicatos UGT O CNT contrarios al gobierno.
g. El catalanismo republicano y de izquierdas, no surge hasta 1917, con la aparición del Parti Catalá de Companys, o el grupo separatista Estat Catalá del coronel Macia. A partir de 1922 la labor del grupo Acció Catalá hará posible la formación de un grupo catalanista de izquierda conocido Ezquerra Republicana de Catalunya, que conseguirá desplazar a La Lliga en 1931.
9. El Nacionalismo vasco.
a. Consecuencia de la ultima derrota del Carlismo, llega la supresión de la antigua ley foral de 1876, con la obligación de cumplir el servicio militar y contribuir con una serie de impuestas semejantes a los satisfechos por el resto de las provincias del Estado. Desaparecen organismo de administración propios siendo sustituidos por otros existentes en el Estado (centralización), si bien se mantuvo una serie de conciertos económicos especiales.
b. En 1876 aparece el Fuerismo, primer movimiento regionalista abanderado por Fidel de Sagarminaga, que es el primero que propone la unión de todos los vascos con la definición de Euskal Herria, que reuniría a las tres provincias vascas y Navarra.
c. El desarrollo industrial es la base de creación de una potente burguesía de negocios enfrentada a un proletariado de base inmigrante que rompe la tradicional visión idílica del tradicionalismo vasco ultraconservador. La aparición de un nacionalismo vasco burgués se revista de una fuerte ideología basada en el antimaketismo.
d. Los iniciadores del nacionalismo vasco, a nivel ideológico son los hermanos Sabino y Luis Arana, junto a un grupo de estudiantes residentes en Barcelona entre 1883 y 1888. La ideología nace y crece en Vizcaya, siendo conocida por Bizcaitarrismo, denominada así por la difusión a través del diario Bizcaitarra, que publica en 1883 la obra de Sabino Arana, Bizcaya por la Independencia.
e. Los valores defendidos por Arana, son el origen de la fundación del Partido Nacionalista Vasco, PNV, en 1895 regido por una junta política, Bizcai-Buro- Batzar, colofón de la creación un año antes de la sociedad Euskaldun Batzojika, destinada a fomentar la defensa del catolicismo y la exaltación de la pureza del origen vasco, junto a las tradiciones y la lengua vasca.
f. Estas iniciativas, son vistas como el primer paso para recuperar la conciencia nacional y la posterior independencia de Euskalherría, compuesta por las provincias de Bizaya, Araba, Gipuzjoa, Navarra, Benavarra, Lapurdi y Zuberoa. Las tres ultimas están al otro lado de los Pirineos.
g. Las ideas d Sabino Arana, se reúnen en el lema Dios y Leyes Viejas, afirmando una raza vasca antiespañolista, antimaketa, junto con la defensa de las ideas tradicionalistas (catolicismo, lengua y fueros), proclamando el derechos de las vizcaínos a la independencia.
h. En 1898, Arana entra en la Diputación provincial de Bilbao, y en 1902 ingresa en la prisión de Larrinaga, donde realiza un movimiento táctico hacia el pactismo españolista que desaparecerá a su muerte en 1903.
i. Angel Zabala, su sucesor dirige el cambio radical que le impide suscribir el pacto de la Mancomunidad en 1914. Los sucesores de Zabala, Ramón de la Sota y Eduardo Landeta, moderan la ideología del PNV señalando que el reconocimiento de la personalidad vasca no supone la separación del Estado español. A partir de entonces, la ideología del PNV se modera, olvidando las peticiones independentistas y promoviendo un deseo de mayor autonomía.
10. La crisis del 98: liquidación del imperio colonial y repercusiones.
a. La primera crisis colonial, comienza con la primera guerra de Cuba entre 1868 y 1878, al grito de Yara, encabezada por Carlos Manuel de Céspedes y apoyado en la burguesía criolla y la guerrilla de mestizos y negros liberados en los campos. Ni la Constitución de 1869, art. 89, ni la Paz de Zanjón en 1878, firmada por Martínez Campos, solucionan el problema. La amnistía de los sublevados no fue seguida por las reformas políticas ni por la abolición de la esclavitud que no se produciría hasta 1886.
b. En 1879, se produce una segunda guerra, conocida como la guerra chiquita, reprimida por el ejército, que no impide diversos conatos de levantamiento revolucionario en la década de 1880.
c. El último intento de reforma, llevado a cabo por Antonio Maura como ministro de Ultramar en 1893, que preveía la concesión de una amplia autonomía a Cuba con la creación de un Diputación Provincial, no se llevó a cabo. Ello llevó a la dimisión de Maura y al estallido de un nuevo conflicto cubano en 1895.
d. La declaración de guerra, es llevada a cabo por el círculo de exiliados cubanos en Nueva York, abanderado por José Martí y reprimido con dureza por el nuevo capitán general Weyler. En ese mismo año muere Martí y se inicia la tercera guerra cubana, al grito de Baire, dirigida por Antonio Maceo y Máximo Gómez.
e. En el año siguiente, se produce la insurrección de Filipinas dirigida por José Rizal y Andrés Bonifacio. Será el general Primo de Rivera, como capitan general de Filipinas el encargado de la ejecución de Rizal. El nuevo dirigente filipino, Emilio Aguinaldo mantuvo una neutralidad expectante hasta el estallido de la guerra con Estados Unidos en 1898.
f. En el contexto económico del Imperialismo, las acciones españolas pasaron por la constitución del Banco Hispano-Colonial fundado por el marqués de Comillas y el industrial catalán Girona para consolidar los capitales cubanos y el procedente de la isla con Cataluña. Numerosos indianos españolas se enriquecen con este tipo de economía.
g. La participación estadounidense en la economía cubana, comienza desde la década de 1860, sobre todo en las empresas azucareras. En la década de 1890, son los presidentes norteamericanos Cleveland y Mackinley, los que manifiestan públicamente su deseo expansionista en la zona del Caribe. Sentimiento coreado por gran parte de la prensa sensacionalista del país. Las negociaciones transcurren pacíficamente durante la presidencia de Cleveland y Canovas del Castillo, pero la muerte de este último en 1897 y la salida de la presidencia del primero introducen una nueva fase en las negociaciones. El gobierno de Sagasta sufre la presión constante del nuevo presidente, inclinado mas a la anexión, a pesar del intento de cara a la galería de intentar comprar al isla a España por la suma de 300 millones de $.
11. La crisis del 98: liquidación del imperio colonial.
a. El gobierno liberal de Sagasta, sustituye a Weyler como Capitán general de Cuba, iniciando amplias negociaciones que conceden una amplia autonomía a Cuba y Puerto Rico en enero de 1898. Ello no impide que la presión norteamericana continúe subiendo. Dentro de esta es el envía del crucero Maine al puerto de La Habana, que explota el 15 de febrero de 1898.
b. La voladura del Maine, es instrumentalizada por la prensa norteamericana como un atentado, concediendo el gobierno estadounidense un plazo de tres días al gobierno español de Cuba. Requerimiento que es en realidad una declaración de guerra (20 de abril).
c. El 23 de abril de 1898, se entra en guerra contra los Estados Unidos. Entre abril y agosto, las flotas norteamericanas derrotan a las españolas en Santiago de Cuba y en Cavite (Filipinas). Tras la derrota, el gobierno de Sagasta intenta negociar un acuerdo de paz honorable a través de Francia, pero Estados Unidos impone sus condiciones sin discusión en el Tratado de París (diciembre de 1898).
d. El Tratado de París, estipula una indemnización de 20 millones de $ por la cesión de España a EE.UU. de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de UAM. En 1899, España venderá a Alemania, las ultimas islas que posee en el Pacífico: Marianas, Carolinas y Palaos.
e. En general, el Tratado de París pone fin a nuestro imperio colonial e inaugura el imperialismo estadounidense en el Pacifico que se ha desarrollado casi hasta la actualidad.
f. El desastre del 98, culmina con nuestra trayectoria de decadencia en la política internacional iniciado, como escalón último, en la Guerra de la Independencia, y cierra el proceso de emancipación de nuestras colonias americanas.
12. La Crisis del 98: Consecuencias.
a. La caída de los restos del imperio de Ultramar, puso en evidencia el considerado problema de España: su atraso económico y su aislamiento internacional frente a los países desarrollados de Europa y EE.UU.
b. Las causas: tienen diversas interpretaciones según los grupos políticos que lo juzguen.
i. Antidinásticos: nacionalistas vascos y catalanes, republicanos y socialistas, consideran la necesidad de reformar el sistema canovista de la Restauración.
ii. Burgueses y economistas, achacan la derrota a nuestro atraso económico y la falta de modernización.
iii. Los intelectuales regeneracionistas y escritores de la Generación del 98, consideran que existe un abismo entre la España oficial y la real y expresar su deseo de regeneración: regenerar a España desde abajo, ya que desde arriba la mejor política es mala y la peor es calamitosa.
c. Los cambios políticos que se inician, comienzan con el relevo generacional de Sagasta y Canovas durante la Regencia de Mª Cristina (1886-1902) rompiéndose de estabilidad de los dos partidos dinásticos. El partido liberal entra en crisis, a partir de 1898 pues debe asumir el desprestigio de la derrota. En 1903 muere Sagasta, dividiéndose el partido en varias tendencias: Moret, Canalejas, conde de Romanones, que no consiguen restablecer la unidad real del partido. El partido conservador, tras la muerte de Canovas en 1897, lleva a la dirección del partido a Silvela hasta 1902, siendo sustituido en los primeros años del reinado de Alfonso XIII por Antonio Maura, que busca, sin conseguirlo, modificar la vida política del sistema restauracionista.
d. La economía española, principalmente la industria catalana pierde los mercados coloniales y las fuentes de materias primas baratas. Los gastos de la guerra, ocasionan la devaluación de la peseta, la inflación de los precios, el aumento del déficit del Estado, haciendo necesaria la subida de impuestos y una reforma de la Hacienda, con variado éxito, iniciado por el ministro Villaverde.
e. La derrota supone el fracaso del nacionalismo español, llevando a los republicanos federales al nacionalismo regional y al aumento de este en las primeras décadas del siglo XX.
f. Las pérdidas humanas de la guerra, cuestiona el sistema de reclutamiento de tropas, aumentando las deserciones. El Ejército, presiona a los sucesivos gobiernos en la necesidad de modernizar el armamento y recuperar el prestigio perdido.
g. Los intelectuales, critican el sistema restauracionista, exigiendo la regeneración del sistema, defendiendo los programas en este sentido de la oposición. Costa, Ortega y Gasset, Blasco Ibáñez y Galdós se pronuncian por la República, mientras que Giner de los Ríos y Besteiro se inclinan hacia los socialistas.
h. Las conclusiones, son la necesidad de un replanteamiento de la vida española en todos los sentidos, cuestión que deberá abordar la monarquía de Alfonso XIII en las primeras décadas del siglo XX.
13. Los cambios sociales.
a. La Iglesia, parte de una situación marcada por su control social en los núcleos rurales, con el deseo de los políticos de hacer compatible el liberalismo y el catolicismo. El Vaticano presionará para abolir las reformas del Sexenio ( libertad religiosa, matrimonio civil, supresión del Concordato de 1851, presupuesto eclesiástico ). La resistencia a estas expectativas lleva a muchos políticos conservadores a identificarse con ciertos aspectos del Carlismo. En 1881 se crea el partido de Unión Católica, donde se llega a considerar al liberalismo como pecado. La Institución Libre de Enseñanza ensaya un intento de hacer compatible ambas doctrinas con escaso éxito.
b. La muerte de Alfonso XII, en 1885, lleva a la Iglesia y a los políticos liberales a ensayar una política de tolerancia entre la Iglesia y el Estado, mientras que una amplia capa de la sociedad manifiesta su anticlericalismo en las calles. Sin embargo, este fenómeno es mas urbano que rural, donde se siguió considerando la figura del sacerdote como una muestra de prestigio social demostrada en la asistencia a misa los domingos.
c. La Restauración, consiguió que el Ejercito se alejase de la táctica de los pronunciamientos, si bien se inició con uno el de Martínez Campos y acabó con otro, el de Primo de Rivera en 1923. A pesar de intentos esporádicos como los de Polavieja y Weyler, en general se impuso un civilismo frente al militarismo de pasadas épocas. En general, se les garantizó buenos salarios, prestigio social y participación en la vida política a través de los partidos.
d. El servicio militar, y las redenciones en metálico fue uno de los puntos conflictivos de la sociedad española. Se intentaron varias reformas militares por los titulares del ministerio como Cassola, López Domínguez, que buscan las reformas en el sistema de reclutamiento y la estructura militar, con escaso éxito. Se crea el Estado Mayor y la Academia General Militar para realizar una reforma de las enseñanzas militares.
e. La profesionalidad del Ejército, se vértebra en la creación de un fuerte corporativismo y una independencia de los asuntos internos. Se impone la fórmula: el Ejército no interviene en política y los políticos no deben intervenir en cuestiones militares. Fórmula de difícil equilibrio como veremos.

viernes, 7 de enero de 2011

LA PRIMERA REPÚBLICA. UNA VISIÓN

TEXTO PROCLAMACIÓN Iª REPÚBLICA

Proclamación de la República

La República vino por donde menos esperábamos. De la noche a la mañana, Amadeo de Saboya, que en dos años de mando no había logrado hacerse simpático al país ni dominar el cre¬ciente oleaje de los partidos, resuelve abdicar por sí y por sus hijos la corona de España. Vacío el trono, mal preparadas aún las cosas para la restauración de los Borbones, sin más prínci¬pes a los que volver los ojos, los hombres políticos sin distin¬ción de bandos ven casi todos como una necesidad la procla¬mación de la República. Resueltos a establecerla, se hallaban ya los que la habían previsto y tal vez acelerado el suceso (...). Al abrirse la sesión del Congreso la tarde del 10 de febrero de 1873, las resistencias están ya vencidas; las que aún subsisten ceden al primer ímpetu de radicales y republicanos. Se declara el Congreso en sesión permanente, y la tarde del 11, leída la abdicación del rey, se refunden en una sola asamblea las dos Cámaras y casi sin debate aceptan la República.
¿Qué República era la proclamada? Ni la federal ni la unitaria. Había mediado acuerdo entre los antiguos y los modernos re¬publicanos y habían convenido en dejar a unas Cortes Consti¬tuyentes la definición y la organización de la nueva forma de Gobierno. La federación de abajo arriba era desde entonces imposible: no cabía sino la que determinasen, en el caso de adoptarla, las futuras Cortes.

FRANCISCO PI Y MARGALL:
El reinado de Amadeo de Saboya
y la República de 1873. Madrid, 1980.

1. Cuestionario.
a. Clasificar el texto explicando: tipo de texto, circunstancias concretas en el que fue escrito, destino y propósito por lo que se escribió..
b. Indicar y exponer las ideas que aparecen en el texto y resuma su contenido.
c. Responder a las siguientes cuestiones:
i. Explicar los motivos que inducen a las realidades escritas en el texto.
ii. Explicar las siguientes cuestiones planteadas: Se habla de dos modelos posibles de República: unita¬ria y federal. ¿En qué se diferencian?
iii. Basándote en la información del documento, ¿qué mo¬tivos condujeron a la proclamación de la República?
iv. El autor habla de vacío. ¿Por qué escribe: "sin más príncipes a los que volver los ojos"?
.
v. Explicar las consecuencias a medio plazo de las peticiones contendidas en el texto.

lunes, 3 de enero de 2011

EL MOVIMIENTO OBRERO ESPAÑOL.

EL FERROCARRIL ESPAÑOL

MINERIA Y SIDERURGIA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX

SOCIEDAD, CULTURA Y ECONOMÍA EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX


SOCIEDAD, CULTURA Y ECONOMIA EN LA ESPAÑA LIBERAL.
La demografía. La ciudad y el campo

1. Una población en lento crecimiento

La primera forma de acercarse a una sociedad consiste en contar el número de sus componentes, porque no existe mejor retrato de ella que la determi¬nación de la cuantía de su crecimiento en compara¬ción con otras latitudes. En este sentido es necesario señalar el lento desarrollo de la población española, en especial teniendo en cuenta la evolución de otras sociedades cercanas. Si a finales del siglo XVIII o co¬mienzos del XIX España podía tener unos diez millo¬nes y medio de habitantes, a fin de siglo llegaba a al¬canzar los diecinueve. El incremento poblacional fue limitado en todo el primer tercio de siglo, de manera que en 1833 había algo más de doce millones de es¬pañoles, y se hizo bastante más rápido en los años cincuenta (en 1857 contaba unos quince millones y medio). La Restauración de la Monarquía se inició con algo más de dieciséis millones de habitantes.

2. El mantenimiento de un régimen demográfico antiguo.
Si es importante la determinación de los grandes saltos cuantitativos para medir el grado de cambio de una sociedad a través de la demografía, resulta tam¬bién necesario tener muy en cuenta la posible compa¬ración con otras sociedades. Lo que mide el grado de modernidad demográfica de una sociedad es la mor¬talidad y la natalidad.
La mortalidad era inferior al 25 %0 en Gran Breta¬ña al comienzo del siglo XIX y en Francia alrededor de los años cuarenta de dicho siglo. En cuanto a la natalidad estaba por debajo de 30 %0 en Francia en tomo al año 1830, cifra a la que se llegó en Gran Bre¬taña a fines de siglo. En el caso de España, la evolu¬ción fue más lenta y ambas cifras sólo se alcanzaron en las dos primeras décadas del siglo XX. La combi¬nación de alta mortalidad y una elevada natalidad se explican por la pervivencia de una economía antigua, que hacía aparecer periódicas crisis de subsistencias, y un estado deficiente de la higiene pública, que fa¬vorecía las epidemias recurrentes, principalmente del cólera.

3. Grandes diferencias regionales.
En lo que se refiere a la distribución de la pobla¬ción, había grandes diferencias, debidas a la mayor natalidad de unas zonas con respecto a otras (Cana¬rias, por ejemplo, experimentó un aumento superior a otras zonas).
Determinadas provincias y, desde luego, los nú¬cleos urbanos experimentaron un crecimiento muy superior a la media debido a razones de carácter eco¬nómico. Cataluña, que representaba el 8 % del total nacional a comienzos de siglo, se aproximaba al 11 % en los años sesenta. Madrid, que tenía poco más de 200.000 habitantes en el comienzo del siglo XIX había duplicado esta cifra al comienzo de la Restau¬ración.

2. La emigración
Durante estos años, a pesar de la ruptura del vínculo político con las antiguas colonias hispanoa¬mericanas, prosiguió el desplazamiento hacia estos territorios. En las primeras décadas de siglo la emi¬gración fue ilegal y clandestina, y ya en los años treinta se intentó dirigir hacia aquellas colonias espa¬ñolas que aún quedaban, en Cuba y las Antillas. Las normas de tolerancia hacia la emigración, dictadas en esta fecha, obedecían a la necesidad de mano de obra y perjudicaron a quienes se acogieron a ellas. A con¬secuencia de la prohibición de la trata de esclavos, los emigrantes se vieron obligados al cumplimiento de unos contratos de trabajo que los reducía práctica¬mente a la condición de tales. Sólo en el año 1853 se liberalizó la emigración, que, sin embargo, siguió so¬metida a determinados permisos gubernativos, pero junto a ella se mantuvo una emigración ilegal muy importante. En estas fechas ya se consideraba la emi¬gración como un derecho.
La emigración transatlántica se dirigió, en pro¬porción superior al 40 %, hacia Cuba y sólo en un se¬gundo momento hacia Argentina. La procedencia de los emigrantes fue de regiones costeras o insulares: Canarias, Galicia, Asturias y Cataluña proporciona¬ron los porcentajes más altos. El fenómeno de la mo¬vilidad de la población fue general, de modo que a esta emigración hacia América hay que sumar fe¬nómenos menos significativos pero importantes. Por ejemplo, en el año 1861 existía en Argelia una pobla¬ción española de cerca de 60.000 personas, proceden¬tes del levante español y principalmente de la provin¬cia de Alicante.
A la emigración exterior se sumó la realizada en el interior de la Península. Si las regiones costeras pre¬senciaban el flujo de población hacia América, en las zonas del interior se emigraba hacia las capitales y grandes centros de población. Tal fue el caso de Gali¬cia, cuyas zonas interiores enviaban sus excedentes demográficos hacia Madrid.

3. Una urbanización creciente

Un rasgo muy característico de la España de me¬diados del siglo XIX es el creciente progreso de la urbanización. En este momento una cuarta parte de los españoles vivían en poblaciones de más de 2.000 habitantes, pero más significativo es el incremento de la población en ciudades de más de 100.000 habitan¬tes. En la década de 1870 España tenía ya cinco ciu¬dades que superaban esta cifra. Aparte de Madrid, Barcelona llegó a los 250.000 habitantes y Valencia, Sevilla y Málaga también estuvieron por encima de esa barrera demográfica.
Una preocupación muy característica de este creci¬miento de la ciudad fue la relativa a la habitación y, re¬lacionada con ella, estuvo la cuestión higiénica que afectaba, como es lógico, de forma principal a la clase trabajadora. Mariano José de Larra, en uno de sus ar¬tículos costumbristas, presenta a los caseros madrileños ofreciendo en alquiler habitaciones que son como «un baúl en él que están las personas empaquetadas de pie» y en casas donde las escaleras parecen «cerbatanas».
En estas condiciones no puede extrañar que a par¬tir de este momento se promoviera la desaparición de las murallas y cercas que rodeaban a las ciudades y la creación de planes urbanísticos destinados a la ex¬pansión urbana. En general, la desaparición de las murallas medievales tuvo lugar a mediados del si¬glo XIX. En 1860, Cerdá en Barcelona y Castro en Madrid elaboraron sendos planes de ensanche en re¬tículas geométricas de manzanas, acompañadas por parques que no siempre se mantuvieron. Sin embar¬go, la puesta en práctica de la remodelación de las ciudades no se produjo hasta el final de siglo.

Una nueva sociedad

1. Las clases dirigentes

Nobleza, burguesía y clases medias constituyeron en la España de mediados de siglo el indisputado sec¬tor dirigente, separado del resto de los españoles por la barrera creada por la necesidad de que existiera un mínimo de contribución para llegar a adquirir la con¬dición de ciudadano con plenitud de derechos.

a. La nobleza
La nobleza mantuvo un poder social impresio¬nante, mientras que el de carácter político era decre¬ciente. La gran nobleza, residente en Madrid y ab¬sentista de sus propiedades agrícolas, ocupaba la cabecera de las listas de contribuyentes de la capital hasta el año 1860 y sólo a partir de esta fecha hubo fortunas burguesas semejantes. Cualquier cifra de for¬tuna de cincuenta o más millones de reales correspon¬día a un gran noble que vivía de las rentas agrícolas, sin ninguna preocupación por los negocios de otro tipo hasta bien entrada la Restauración. Era la propia condición desmesurada de estas fortunas la que quita¬ba cualquier interés en pasar más allá de una vida de rentista. Sin embargo, hubo nobles que acabaron arruinándose por llevar una vida particularmente sun¬tuosa, como fueron los Osuna y los Altamira.
Otro fenómeno característico de los años centrales de siglo XIX es la permeabilidad del estamento no¬biliario, nutrido por nuevos títulos procedentes de los negocios y de los servicios políticos o militares a la Monarquía. En cambio, no hubo un despliegue de títulos a favor de las personas relevantes de la Admi¬nistración o del mundo de la cultura. Una forma de premiar la fidelidad a España de la clase dirigente cu¬bana fue la concesión de títulos.
De cualquier modo, ese peso social no estaba rela¬cionado con el político. A lo largo de las etapas de gobierno moderado, los sectores más reaccionarios deseaban crear un Senado de carácter estamental y reservado a la alta nobleza, pero no triunfaron y la propia nobleza parece haber estado lejana a la lucha política. Pacheco, uno de los dirigentes del sector «puritano» del partido moderado, decía de esta gran nobleza que «sus miembros ni intelectual ni física¬mente» eran comparables a sus antecesores.
La adaptación de la nobleza al nuevo mundo de la industrialización y al capitalismo se produjo con len¬titud y ya en la Restauración, puesto que la presencia de nobles en los Consejos de Administración en épo¬ca anterior ha de atribuirse, principalmente, a razones de puro prestigio.

b. La burguesía
Si esta alta nobleza debe considerarse como un re¬siduo del pasado, aún con una abrumadora influencia en la vida social española de entonces, en cambio la gran burguesía nace y se desarrolla principalmente en estos momentos. No se debe pensar que se trata de una burguesía industrial, pues ningún empresario dedicado a esta rama de la actividad era, a mediados de siglo, propietario de una gran fortuna, confortable, por ejemplo, en unos treinta millones de reales. Por otro lado, estas fortunas eran muy excepcionales fuera de Madrid. Los grandes burgueses, más que innovado¬res en un sector industrial específico, eran propieta¬rios de tierras, comerciantes o arrendatarios de servi¬cios públicos. Gran parte de ellos hicieron su fortuna en Cuba y suele tratarse de individuos de clase media procedentes de las zonas de emigración hacia Amé¬rica (cántabros, gaditanos, catalanes), que muy a menudo tenían intereses en otras partes del mundo como, por ejemplo, en Gran Bretaña. Un caso carac¬terístico es el de Juan Manuel de Manzanedo, que lle¬gó a tener el patrimonio más importante de España y fue nobilizado en el año 1862.
Madrid fue el centro de atracción de esta gran bur¬guesía, cuyo peso social se demuestra en que sus pa¬lacios eran con frecuencia de mayor tamaño que los edificios públicos de un Estado muy pobre. Por su parte, la burguesía catalana llevó una vida bastante independiente, pero el origen de su fortuna a menudo fue también cubano. López y López, luego marqués de Comillas, consolidó su fortuna en plena guerra de Independencia antillana transportando las tropas es¬pañolas al otro lado del Atlántico, pero la había ini¬ciado con el comercio y también a ella sumó la banca.

c. La clase media
A mediados de siglo las clases medias formaban un universo muy plural, en parte no acogido en pleni¬tud a la condición de ciudadanos, ya que carecían de pago de una contribución suficiente que se situaba, de acuerdo con la Ley electoral, en torno a 200 y a 400 reales, dependiendo de las categorías. Merece la pena repasar la composición de estas clases medias y establecer el peso concreto de cada sector de las mismas:
. La clase media burocrática, designada en el censo como empleados, estaba compuesta por unas 65.000 personas, cifra casi idéntica a los miembros del clero y sus asistentes, sin contar con las órdenes religiosas. Merece la pena hacer mención del fenómeno de la cesantía, es decir, la ausencia de estabilidad en los puestos como consecuencia de no estar profesionalizada la Administración y depender estrictamente de los cambios políticos. El mayor peso de la Admi¬nistración lo encontramos en el ejército, mien¬tras que los profesionales de la educación no llegan a 30.000.
. También llama la atención la parquedad de las clases profesionales: unas 20.000 personas re¬lacionadas con la abogacía y algunas más dedi¬cadas a la medicina y veterinaria. Bajo la rúbri¬ca de «dedicados al comercio» figuran algo más de 70.000 personas, de las que no se puede decir ni siquiera que fueran propiamente la mayoría de clase media.
. En cuanto a los fabricantes, apenas aparecen en el censo del año 1860 unos 13.000. En definiti¬va, estas cifras parecen demostrar una endeblez de la transformación social.

2. El pueblo
De acuerdo con la mentalidad y el lenguaje de la época, la barrera entre el ciudadano propiamente di¬cho y quien pertenecía a estos sectores populares es¬taba señalada por la propiedad. De ahí expresiones públicas de esa distancia que hoy pueden parecer es¬candalosas. Por ejemplo, el diputado Esteban Collan¬tes identificó, en el propio Congreso de los Dipu¬tados la pobreza con la estupidez, mientras que Pacheco añadió que quien «ganaba afanosamente su sustento» con su trabajo no era merecedor de la esti¬ma pública. Siendo tan difícil de precisar la distancia entre la pertenencia al sector de la sociedad que podía ejercer el protagonismo de la ciudadanía, algo muy característico de la época fue el resguardo de lo que podríamos denominar como «el decoro o las aparien¬cias», que pretendían sustituir la realidad de una pro¬piedad todavía inaccesible.

a. Las protestas populares

El protagonismo de las clases populares quedaba reducido a un género de irrupción violenta y periódi¬ca, demostrativa de la queja ante situaciones de pre¬sión económica o de resistencia frente al Estado.
Es muy característico de la primera el fenómeno de las crisis de subsistencias, tanto en el medio rural como en el urbano. Sólo a partir de mediados de siglo quedó resuelto este problema gracias al desarrollo de los medios de transporte. Durante este periodo, la dieta de pan de las clases populares madrileñas em¬pezó a contar con productos nuevos y diferentes co¬mo la carne y la patata.
En cuanto a la protesta en contra del Estado se re¬fería a los impuestos, principalmente el de consumos, pero aún más a las quintas, es decir, el servicio mili¬tar mediante sorteo que implicaba peligros graves en caso de guerra colonial, tan frecuente entonces. Emilio Castelar se refirió en un discurso al auténtico «terror» causado por esta razón en las pequeñas po¬blaciones. Al establecerse la posibilidad de una re¬dención a cambio de una cantidad de dinero, se hizo habitual la aparición de sociedades de seguros -con nombres tan expresivos como El consuelo de las fa¬milias- que permitían, a través del ahorro, la reden¬ción de esta obligación en el caso de que la suerte fuera adversa.
Todos estos motivos de protesta no deben hacer pensar en la ausencia de una concepción del mundo y la vida por parte de estos sectores. Como tuvo repeti¬das ocasiones de probar este sector social, en especial el urbano, fue liberal radical o exaltado, igualitario y juntero y así lo demostró en las numerosas situa¬ciones en las que se produjeron protestas y barricadas en la capital de España.

b. Los obreros
Es importante señalar que en su composición esta plebe apenas si admite la denominación de proleta¬riado. Lo que entendemos como tal-es decir, los tra¬bajadores industriales- aparecen denominados en el censo como «trabajadores en las fábricas» y apenas eran unos 150.000. Incluso estirando un poco esta cantidad con parte de los artesanos se obtiene una ci¬fra como la citada tan sólo en Barcelona, lo que pue¬de ser válido para el reinado de Isabel n. Ya sabemos que esos tejedores del algodón tuvieron un protago¬nismo político importante, tanto durante la Regencia de Espartero como en el bienio progresista.
La temprana organización en sindicatos o asocia¬ciones semejantes se explica en gran medida por las condiciones de trabajo a que se veían sometidos. Los testimonios de la época revelan, por ejemplo, que las jornadas de doce horas resultaban por completo habi¬tuales. Además, se debe tener en cuenta que el aso¬ciacionismo de estos primeros proletarios españoles no se limitó a la pura defensa de los intereses econó¬micos, sino que se extendió también a otras activida¬des y materias, como la práctica de música coral, si¬guiendo la inspiración de Clavé.


c. Sirvientes y menestrales

De cualquier modo, es necesario insistir en que en la sociedad española de mitad del siglo XIX ese pro¬letariado industrial era excepcional. Incluso si se ad¬miten como válidas las cifras ya citadas, están muy por debajo de las que el censo menciona para sirvien¬tes de ambos sexos (más de 800.000), que también superaban en número a los 600.000 artesanos censa¬dos. Todo ello nos remite a una sociedad en la que es todavía bien patente el recuerdo del Antiguo Régi¬men. En Madrid, por ejemplo, las cifras de los miem¬bros del servicio doméstico (40.000) se situaban por encima de los jornaleros y de los artesanos.
La sensación de vivir sometidos a los avatares de la fortuna que caracterizó a estos medios vale para la totalidad de las clases populares. No sólo no existía a mediados de siglo ninguna legislación social, sino que el salario era poco seguro y elástico. Sí parece evidente que durante el siglo XIX tuvo lugar una lenta mejora del nivel de vida, en especial en la dieta ali¬menticia, aunque persistieron los problemas graves de la vivienda urbana.

d. Los campesinos
La situación de las clases populares en el campo era mucho peor que en el medio urbano. El censo del año 1860 ofrece para los jornaleros del campo una ci¬fra de casi dos millones y medio de personas, que no sólo es la más elevada de las rúbricas existentes, sino que por sí sola permite determinar la peculiaridad de la sociedad española de la época.
Su forma de vida estaba supeditada a las condicio¬nes aleatorias impuestas por la meteorología, de mo¬do que sus ingresos -parte en dinero pero parte tam¬bién en especies- sólo existían si había trabajo, circunstancia que no superaba los doscientos días al año. En estas condiciones no puede extrañar que el paso del señorío eclesiástico o nobiliario a la propie¬dad burguesa pudiera tener consecuencias explosivas en alguna región como Andalucía, al venir acompa¬ñado, a menudo, por una disponibilidad mucho más plena y absoluta de la propiedad de la tierra.
Ya en los años cuarenta se detectan quemas y talas en el campo andaluz, donde la desamortización hizo aparecer una burguesía agraria formada por los anti¬guos grandes arrendatarios del pasado. Los esta¬llidos, identificados a veces con los grupos políticos democráticos o republicanos, se hicieron más fuertes en el año 1857 (El Arahal y otras poblaciones del Ba¬jo Guadalquivir), pero resultaron especialmente sig¬nificativos en la sublevación de Loja (1861). Su di¬rigente, Pérez del Álamo; llegó a tener bajo su mando a unos 100.000 jornaleros, que acabaron dis¬persándose ante la presencia del ejército, iniciando así un tipo de protesta cíclica que luego se expresaría también mediante los movimientos ácratas.
Una parte de las privaciones de las clases popula¬res era la consecuencia directa del analfabetismo. En realidad, éste es un importante rasgo distintivo de la sociedad española en comparación, por ejemplo, con la francesa, que a mediados de siglo tenía menos de un tercio de analfabetos que la española, donde la ci¬fra rondaba en torno al 70 %. Los proyectos de ins¬trucción pública legados por la Ilustración estuvieron muy presentes en la gestión de los liberales españoles, pero distaron mucho de traducirse en la realidad. Aun¬que desde 1830 hasta los años .sesenta se pudieron construir unas 8.000 escuelas, se dejó su competencia a los Ayuntamientos, siempre en situación muy preca¬ria, mientras que el Estado se limitaba en la práctica a la enseñanza universitaria y en sus presupuestos no
dedicaba a estas atenciones más allá del 1 %.
Especial gravedad tenía el analfabetismo de la mujer. Sólo en los años sesenta aparecieron iniciati¬vas relacionadas con la promoción educativa de la misma, surgidas a veces en los medios universitarios (el rector de la Universidad Central), pero también del primer feminismo español (Concepción Arenal).

e. Los pobres de solemnidad
Llama la atención la presencia en el censo de una rúbrica dedicada a los «pobres de solemnidad», que acoge a nada menos que 260.000 personas. La asun¬ción por parte del Estado de la obligación de cuidar de ellos se concretó en sucesivas Leyes Generales de Beneficencia sin que ello permitiera, sin embar¬go, la total integración social de estos sectores.
Economía
1. Estancamiento agrario y apertura al exterior

Aunque no existe cuantificación fiable de las con¬secuencias económicas de la guerra de la Indepen¬dencia y de las guerras civiles posteriores, parece que los efectos de una y otras debieron ser muy graves. Así se prueba por testimonios aproximativos de polí¬ticos y escritores de la época. Cuando se inició la construcción del ferrocarril, la gran argumentación para justificarla consistió en la necesidad de remediar los desperfectos causados durante las etapas anterio¬res en las comunicaciones españolas.
En cuanto a la agricultura, baste con recordar que en las Cortes del trienio constitucional, antes de la guerra carlista, hubo quien calculó que se producía un sexto menos de trigo, la mitad de aceite y todavía una proporción menor de vino. Todo hace pensar que hasta el año 1840, España vivió en un profundo es¬tancamiento económico por motivos políticos inter¬nos, pero también debido a la ruptura de la relación con las Indias.
Ha sido habitual considerar que la España de las décadas centrales del siglo XIX se caracterizó por su dualidad entre un mundo rural, anclado en el pasa¬do, y un mundo urbano, en el que comenzó una transformación en sentido capitalista. Actualmente se tiende a pensar que, aun siendo manifiesta esa duali¬dad, tampoco debe exagerarse. También el mundo agrario presenció cambios importantes, aunque no fueran espectaculares. En cuanto al término con el que denominar la evolución en el mundo urbano e in¬dustrial se debe optar por «atraso», en sentido crono¬lógico y de impacto sobre el conjunto de la sociedad española en relación con lo que sucedía en otras lati¬tudes, más que por «fracaso».

a. Agricultura

Los cambios técnicos que se produjeron en el me¬dio agrícola fueron lentos. Hasta bien entrado el siglo (en concreto, hasta 1866-1868) perduró un tipo de cri¬sis característico del mundo del Antiguo Régimen: una mala cosecha podía producir en una región determina¬da un increment06de la mortalidad ante la imposibili¬dad de lograr que otras regiones mejor provistas envia¬ran sus excedentes, dada la penuria de los transportes.
Cada una de esas crisis perjudicaba gravemente a los sectores más humildes: mientras que los grandes propietarios se beneficiaban del alza de precios, los braceros tenían menos jornales y los pequeños pro¬pietarios debían recurrir a los préstamos.
A pesar de estas crisis, la realidad es que la Espa¬ña rural experimentó cambios de importancia entre el comienzo del siglo XIX y los años sesenta. Principal¬mente una mejor articulación del mercado nacional y de las relaciones con el exterior, una mejor adapta¬ción de los cultivos a las peculiaridades de la tierra y un aumento general de la producción cuya conse¬cuencia fue la mejor alimentación de los españoles.
Se llevó a cabo una cierta especialización de los cultivos según las peculiaridades climáticas. En el norte, a partir del final del XVIII se difundió, junto con el maíz, la patata, mientras que los cereales se convertían en el cultivo predominante en las dos Cas¬tillas y Andalucía y el viñedo ocupaba cada vez más espacio en el litoral mediterráneo.
El sector agrícola empezó a adaptarse al mercado nacional e internacional. Incluso una región caracte¬rizada por el autoconsumo como era Galicia comen¬zó a exportar cabezas de ganado a Gran Bretaña. También se adaptaron al mercado las antiguas colo¬nias americanas, con las que se mantuvo una relación comercial a pesar de la independencia política.
Las nuevas roturaciones en ocasiones se hicieron en tierras marginales, pero lo cierto es que el aumen¬to de la superficie de cultivo produjo también un importante incremento en la producción. Se ha calcu¬lado que de 1800 a 1860 el crecimiento en la superfi¬cie de cereal cultivada fue del orden del 50 % y pudo triplicar la de vid. El desarrollo de la producción pu¬do ser del orden del 90 % en trigo, más del doble en vino y esa misma proporción en aceite. Como no pa¬rece que los métodos de cultivo cambiaran de manera significativa, hay que atribuir estos cambios princi¬palmente a tierras cultivadas por vez primera y a una mejor adaptación de los cultivos a las peculiaridades de cada región.

b. El mundo urbano

En contraste con el mundo agrario, en el urbano se empezaron a producir cambios importantes en la dé¬cada de los años cuarenta, pero fueron mucho más decisivos en la inmediatamente posterior, durante el gobierno de los progresistas.
Estos cambios fueron la consecuencia principal de la apertura hacia el exterior. Tanto el Antiguo Ré¬gimen como la política seguida por los moderados tendieron a una actitud de cerrazón que, por ejemplo, puso dificultades a la importación de maquinaria tex¬til desde Gran Bretaña, a pesar de los evidentes efec¬tos positivos que podía tener sobre la industrializa¬ción española. Por otro lado, aunque a partir del final de la guerra civil se produjo una etapa de prosperidad económica, la crisis financiera producida en tomo a 1848 en toda Europa arrastró en España a la mayor parte de las sociedades anónimas, que quedaron redu¬cidas a menos de una decena. A mediados de siglo se llevó a cabo la reconversión de la Deuda por Bravo Murillo que, en la práctica, significó algo muy seme¬jante a un puro y simple repudio, y la cotización de la Deuda española quedó suspendida en Londres, que era el principal mercado mundial.
La situación empezó evolucionar en el bienio pro¬gresista y para que así sucediera resultó imprescindi¬ble la transformación en la legislación del Estado. A comienzos del año 1856 se regularon definitiva¬mente las sociedades de crédito y bancos de emi¬sión. Fue la inversión en los ferrocarriles españoles la que atrajo a la inversión financiera extranjera, pero también a la nacional, que supuso la mitad del total. El capital extranjero -en concreto, francés- creó la trama que haría posible las inversiones. Así se de¬muestra por el hecho de que las sociedades de crédito más importantes que se instalaron en estas fechas en España centraron el grueso de sus inversiones en re¬des de ferrocarril de las diferentes regiones españo¬las. Cada una de ellas fue la representación en Espa¬ña de una gran banca francesa. Así, los Rothschild crearon la Sociedad Española Mercantil e Indus¬trial, los Péreire el Crédito Mobiliario y Prost la Compañía General de Crédito.
El periodo 1859-1864, coincidente con el gobier¬no de la Unión Liberal, resultó excepcionalmente próspero desde el punto de vista financiero. No sólo todas esas sociedades contribuyeron a él, sino que la economía española se abrió hacia el exterior. Ya en este momento, la mayor parte del comercio exte¬rior español se dirigía hacia Gran Bretaña y Francia y una porción considerable de él consistía en bienes de equipo. La economía española tenía problemas en¬démicos como, por ejemplo, los relativos a la Deuda, pero empezaba a sentar las bases para la industria¬lización.

¬2. La industrialización y los transportes

La mayor apertura de la economía española la fa¬cilitó el proceso industrializador en esta fecha, y si no fue mayor se debió en parte a factores derivados de las propias condiciones materiales del país.
Aunque es cierto que hubo una burguesía rentista poco capaz de lanzarse a aventuras empresariales, también había grupos emprendedores. El capital ex¬tranjero fue imprescindible y no puede pensarse que su utilización tuviera consecuencias negativas para el crecimiento económico español. Si se importó ma¬quinaria o productos siderúrgicos, la razón fue que la industria nacional era incapaz de proporcionados.

a. La siderurgia
La industria por excelencia en la primera fase de la industrialización fue la siderurgia, que constituye un buen ejemplo de las dificultades existentes en el caso de España. La localización de esta industria es¬taba necesariamente marcada por la de las materias primas. Eso explica que se sucedieran tres focos de desarrollo siderúrgico, sin que hasta el último cuarto de siglo se llegara a una ubicación definitiva.
El primer alto horno se instaló en España en la provincia de Málaga, como iniciativa de Heredia, para utilizar la madera y las minas de hierro locales. Sin embargo, las dificultades pronto fueron muy grandes al utilizar un combustible de escaso poder calórico. En el plazo de treinta años este foco desapa¬reció y la siderurgia se trasladó a Asturias en la pro¬ximidad de las minas de carbón. Esta provincia desa¬rrollaba ya a mediados de siglo casi la mitad de la producción siderúrgica, pero estaba destinada a ser superada por la siderurgia vizcaína, que a partir de las ferrerías tradicionales evolucionaría hacía un cla¬ro predominio.
En el momento de la revolución de 1868, la side¬rurgia vasca representaba ya el 28 % de la produc¬ción nacional, mientras que la malagueña tan sólo quedaba en el 5% y la asturiana disponía del 46 %. La primera industria siderúrgica vasca moderna fue propiedad de la familia Ybarra, que desempeñaría un papel de primera importancia en el desarrollo del capitalismo vasco y también nacional.

b. La industria textil

La industria textil catalana testimonia las posibili¬dades de desarrollo industrial a partir de un punto de partida muy modesto.
Cataluña, y más en concreto Barcelona, fue des¬crita por viajeros extranjeros como una «pequeña In¬glaterra» y sin duda lo era, al menos en comparación con el resto de la Península, puesto que en ella se lo¬calizaban las tres cuartas partes del capital social en sociedades anónimas del país. Partiendo de una capi¬talización producida por el comercio de productos agrícolas, los industriales textiles catalanes primero crearon una industria autóctona que fue capaz de mantener, a lo largo de toda la primera mitad del si¬glo XIX, un contacto comercial con América que no quedó roto a pesar de la independencia.
Al tiempo, a través de la importación de maquina¬ria británica en el periodo 1830-1860, consiguieron la mecanización total de su industria que a partir de este momento quedó en condiciones óptimas para alcan¬zar la hegemonía sobre el resto de las industrias texti¬les españolas. La introducción de la maquinaria -de¬nominada en inglés self-acting, lo que explica que se las llamara selfatinas- motivó protestas muy duras y quemas por parte de los artesanos, pero se acabó im¬poniendo e incluso transformando la forma de vida en Barcelona, donde más del 40 % de la población vivía de la industria a mediados de siglo.
Existen datos significativos acerca de los progre¬sos de la industria textil catalana, que era principal¬mente de algodón. El incremento de la importación de materia prima fue creciente a partir de 1830, lle¬gando a 15.000 toneladas anuales en 1845 y a 20.000-25.000 en tomo a 1860. La fuerza instalada en caballos de vapor se multiplicó por nueve entre 1835 y 1861. La hegemonía de Cataluña en el textil de algodón empezó a producir en esta misma época una atracción del textil en general (lana, seda) hacia la región, impulsada por esa superioridad técnica que arruinaba a las industrias tradicionales.
La industria textil empujó el crecimiento de la industria en general a un ritmo anual del 4 % en 1835-1860 y algo inferior a partir de esta fecha. El crecimiento industrial se concentró en ciertas pro¬vincias como Barcelona, Madrid, Vizcaya y Valencia.

c. El desarrollo del ferrocarril
La industria textil catalana, que había tenido un origen autóctono, transformó tan sólo la forma de vi¬da de aquella región, mientras que el desarrollo del ferrocarril tuvo muy directa influencia en la vida de todos los españoles. Los historiadores se han pregun¬tado en ocasiones acerca de si esta inversión fue la más oportuna y si el modo en que se llevó a cabo -en gran medida con importaciones procedentes de otros países- no perjudicó, en vez de resultar beneficiosa. Sin embargo, no hubo en la época una alternativa de transporte más eficiente, en especial en un país de complicada orografía y, además, las importaciones citadas eran en un principio inevitables teniendo en cuenta la incapacidad de la industria nacional de dar respuesta a la demanda.
Hasta 1855 no hubo más que prehistoria del ferro¬carril en España. En tiempos de Fernando VII exis¬tieron algunos proyectos que no llegaron a fraguar por falta de capital y de capacidad técnica, pero tam¬bién porque las condiciones políticas eran las peores para que se pudieran emplear capitales extranjeros en España. Los primeros trabajos de planificación no se produjeron sino en 1844, con el comienzo de la déca¬da moderada, momento en el que se decidió usar un ancho de vía superior al europeo, imaginando que se¬ría necesario usar máquinas de mayor tamaño debido a lo montañoso de la geografía española.
Las primeras líneas ponían en relación grandes ciudades con su entorno más inmediato o cubrían ne¬cesidades muy perentorias y peculiares. En 1848, por ejemplo, se abrió la línea Barcelona-Mataró, que re¬sultó muy rentable y fue propiciada por el empleo de tecnología y capital británico. Otras líneas de este primer despegue del ferrocarril español fueron la abierta entre Madrid y Aranjuez y aquella que per¬mitió llevar el carbón asturiano desde la cuenca mi¬nera hasta el puerto de Gijón. En total, a la altura de 1855, fecha en que se abrió esta última línea, existían en España 475 kilómetros de ferrocarril. La arbitraria concesión de las líneas por el Estado dio lugar a es¬cándalos y muchas de las empresas explotadoras tu¬vieron problemas como consecuencia de la crisis de los años cuarenta.
La situación cambió a partir de la nueva legisla¬ción puesta en marcha en el verano del año 1855. Se optó por una ordenación más racional a partir de una red radial centrada en Madrid, con concesiones por 99 años y una serie de franquicias destinadas a la importación de material destinado a la construcción de las líneas. Como consecuencia de esta legislación a la altura de 1868 el número de kilómetros de vía construidos se acercaba ya a los 5.000. Las principa¬les compañías (Norte, Madrid-Zaragoza-Alicante y Ferrocarriles Andaluces) eran de capital francés y na¬cieron entre 1856 y 1858.
Importa recalcar que en torno a 1868 no sólo ha¬bía sido construida la red ferroviaria básica, sino que, además, había experimentado un desarrollo muy con¬siderable la red de caminos. Ésta, a partir de los años treinta, a pesar de la guerra, fue multiplicando su construcción a un ritmo de 500 kilómetros anuales y en 1868 había una red de 18.000 kilómetros, de los que la mitad se habían construido desde el comienzo de esa década.
En realidad, la construcción de caminos y, sobre todo, del ferrocarril supuso un decisivo cambio en la vida española que permitió una mejor comunicación. De esta manera se explica la constitución de un auténtico mercado nacional, tan importante para la difusión de los productos agrarios y para evitar las periódicas hambres. Se ha calculado que la construc¬ción de la red ferroviaria pudo suponer un ahorro de un 15 % de la renta nacional. La comunicación pos. tal pudo adquirir sus características contemporáneas y configurarse como un servicio público. El ferroca¬rril disminuyó los gastos del correo a tan sólo una sexta parte. En 1849 apareció el sello de correos como procedimiento de pago. También data de me¬diados de siglo la difusión del telégrafo eléctrico, cuando hasta entonces únicamente había existido un telégrafo óptico que era utilizado tan sólo por el go¬bierno o la Casa Real.

d. La minería
Finalmente, a la altura de los últimos años de este periodo, ya en la época del sexenio democrático, em¬pezó a apuntar una novedad de importancia en el terreno industrial. La minería a mediados de siglo suponía tan sólo la exportación de unas 10.000 tone¬ladas anuales que representaban el 1 % del total, pero en la primera mitad de la década de los setenta se acercaba ya al millón de toneladas, lo que equivalía al 8 % de la exportación. La minería no creó directa¬mente ninguna industria, pero supuso una importante capitalización que tendría mi decisivo resultado sobre la evolución económica española.

Cultura

1. El Estado y la cultura
Como en el caso de la organización del Estado en general o de la organización de la economía, sin duda el cambio desde una sociedad del Antiguo Régimen a una sociedad liberal tuvo una muy directa repercu¬sión sobre la cultura.
En primer lugar, este cambio supuso el estableci¬miento de un régimen de libertad de imprenta den¬tro de los límites señalados por las leyes. El primer tercio del siglo constituyó una especie de contradan¬za de libertad y prohibición, de tal modo que no ya los libros de los escritores liberales, como Martínez Marina, sino también los de los ilustrados del si¬glo XVIII, como Jovellanos, fueron publicados al rit¬mo de las autorizaciones concedidas por la censura.

a. El Estado, nuevo mecenas
Con el triunfo del liberalismo nació un nuevo marco para la vida de la cultura, cuyo rasgo principal fue la sustitución de los antiguos mecenas de la cultu¬ra por el Estado, que¡ además de crear instituciones promotoras de la cultura y la educación, estableció unas normas legales por las que se regía la actividad cultural y el mundo de las ideas.
La desaparición del mecenazgo de la Corte o de las órdenes religiosas o su reducción al mínimo supu¬so que el Estado asumiera esta importante obligación. Lo hizo regulando, por ejemplo, la enseñanza uni¬versitaria y secundaria. Ya hemos visto que en Es¬paña lo hizo en 1857, pero siguiendo los antecedentes marcados al comienzo de la época moderada por el Plan Pidal. De acuerdo con él se establecieron los Institutos de secundaria que, a pesar de ser conside¬rados como «termómetro de la educación de un pue¬blo», apenas si tuvieron unos 11.000-12.000 alumnos. Las universidades creadas fueron asumidas por el Es¬tado, que trasladó la Complutense a Madrid, denomi¬nándola Central, y estipuló que ésta sería la única que impartiría el doctorado. En el plan quedaban previstas cinco Facultades (Derecho, Filosofía, Medicina, Far¬macia, Ciencias) y además Escuelas Especiales, des¬tinadas a los saberes técnicos. Los catedráticos, tanto de instituto como de universidad, habrían de ser nom¬brados mediante el procedimiento de la oposición.
De esta manera, las profesiones intelectuales no dependían ya de la Iglesia ni tampoco de las órdenes religiosas, existía una autonomía del profesorado res¬pecto del poder político -aunque objeto de sonados conflictos e incidentes- y se difundía una educación científica inexistente en la universidad del siglo XVIII.

b. Gran difusión de libros y prensa
Aparte de la regulación mediante la adecuada ley, aprobada en 1847, de los derechos de autor, la liber¬tad de imprenta permitió la difusión de la edición y también de la prensa. Los grandes editores españoles de la época, como Rivadeneyra, contribuyeron de forma poderosa a la conservación y difusión de las obras de los clásicos españoles, empezando la recu¬peración de quienes habían sido poco apreciados por la Ilustración, como Calderón de la Barca.
Es importante señalar que al margen de la edición culta y cuidada hubo también una literatura popular de gran difusión y que a la vez es testimonio de los sentimientos de las grandes masas y contribuía, sin duda, a formar dicha personalidad. Aparte de la lite¬ratura de cordel -versos elementales que narraban aventuras o fábulas con un cierto mensaje moral o político-, la novela por entregas perteneció a este género. Difundida por los enviados de la empresa editora, esta literatura popular alcanza su mejor ex¬presión en María, o La hija de un jornalero (1845), de Ayguals de Izco, mezcla de elementos románticos y de suave reivindicación social, todo ello presentado de una manera dramática y aventurera. La «novela por entregas» solía ser objeto de lectura colectiva.
A lo largo del siglo XIX la prensa se convirtió en un instrumento esencial de la lucha política y de difu¬sión de las ideas, lo que contribuye a explicar el deci¬sivo papel atribuido a la determinación de la ley de imprenta. El ejemplo más característico de la prensa del siglo XIX es el diario identificado con un partido político, como puede ser La Iberia, de significación progresista. En este caso, los directores y los redacto¬res solían ser personas preeminentes en la vida políti¬ca de ese partido. .
Sin embargo, ya a mediados del siglo XIX empezó a aparecer en España una prensa que adoptaba una posición independiente de los partidos y que tenía, por tanto, la pretensión de influir directamente sobre la opinión pública, como fue el caso de La Correspondencia de España o El Imparcial. Otro tipo de prensa fue la ilustrada, como el Semanario pintores¬. Español de Mesonero Romanos.
Los diarios y semanarios citados fueron impresos en Madrid y la mención a la capital no es casual, sino que obedece a un criterio de centralización de la cul¬tura muy característico del Estado liberal, que creóno sólo una capitalidad política sino también cultural. En efecto, las instituciones públicas destinadas a la cultura se localizaron en la capital y se alojaron en al¬gunos de los grandes edificios de la misma, alguno de ellos anterior y otros construidos en este momen¬to. El Museo del Prado fue imaginado por vez pri¬mera por José Bonaparte y luego convertido en tal por Fernando VII, utilizando un edificio que estaba destinado a Museo de Ciencias. Alojó no sólo las co¬lecciones reales, sino también las obras de arte proce¬dentes de la desamortización, y sólo en 1868 pasó a ser nacionalizado y dejó de pertenecer a la Corona. En el año 1866 se inició la construcción del edificio de la Biblioteca Nacional, que no se inauguraría sino a finales de siglo, que alojó también el Museo Ar¬queológico, creado en 1867. El Teatro de la Ópera se edificó en 1850.
Muy característico de la protección de las artes por parte del Estado en el siglo XIX fueron las expo¬siciones nacionales de pintura, establecidas desde 1856 y seleccionadas a partir de un jurado oficial. Las obras expuestas podían ser compradas por el Es¬tado y los autores premiados solían pasar a desempe¬ñar puestos docentes en las principales instituciones del país. Finalmente, a las Academias creadas en el pasado por la realeza se sumaron en estos momentos otras, como la de Jurisprudencia y Legislación y la de Ciencias Morales y Políticas.
En Madrid, convertida en capital de la cultura por decisión política y administrativa, no sólo se locali¬zaban los principales centros culturales públicos, sino también algunos de los principales de carácter priva¬do. Desde el triunfo del liberalismo existió una serie de asociaciones voluntarias que a menudo resulta¬ron mucho más influyentes que las públicas. Un pa¬pel absolutamente relevante le correspondió, por ejemplo, al Ateneo, creado en 1835 y cuyo primer presidente fue el duque de Rivas. Gran parte de los debates filosóficos, políticos y literarios, desde el li¬beralismo doctrinario hasta las tesis democráticas, pasando por el librecambismo o el proteccionismo, tuvieron lugar en su local. Hubo en la capital otros como, por ejemplo, el Liceo Literario y Artístico, relacionado con las artes plásticas, o el Fomento de las Artes. Este tipo de instituciones en ocasiones se dedicaban a tan sólo un sector social -como el obre¬ro- y se difundieron por toda la Península, bien utili¬zando esa misma denominación o la de Casino.

c. La formación de una identidad nacional

El Estado apoyaba a la cultura y al mismo tiempo ésta daba sentido al Estado. En efecto, durante los años centrales del siglo XIX se pasa de la existencia de la realidad nacional como unidad a la difusión de un sentimiento de identificación con la misma. Claro está que en España, a diferencia de Francia, esta identidad nacional no pudo ser sentida tan aguda¬mente, no sólo por la pluralidad cultural existente en la Península, sino, sobre todo, por la existencia de un analfabetismo muy extendido.
Un papel decisivo le correspondió, como en otros países, a la historia, tanto en forma de narración co¬mo de representación.
La historia de España en la mentalidad de la época remite a un pasado remoto, nada menos que los go¬dos, y hace hincapié en la existencia de un carácter nacional carente de modificaciones con el transcurso de los siglos. A mediados de siglo existieron dos ver¬siones del nacionalismo español, una moderada y otra progresista, dando lugar a interpretaciones relati¬vamente distintas; la historia de España más difundi¬da fue la de Mariana, proseguida por Modesto La¬fuente, que tuvo numerosÍsimas ediciones.
La representación de la historia en enormes cua¬dros constituyeron la pintura oficial por excelencia, destinada a cubrir las paredes de los grandes edificios oficiales (como, por ejemplo, el Senado). Esta pintu¬ra de historia tiene sus antecedentes en el neoclasicis¬mo, pero alcanzó su mejor expresión en los años cen¬trales del siglo. Además, tuvo dos versiones en lo ideológico: una moderada, la de Casado del Alisal (La rendición de Bailén), más suelto desde el punto de vista estilística, y otra progresista, de Gisbert, con la representación de los modernos héroes de la liber¬tad (El fusilamiento de Torrijos). Muy a menudo esta pintura exaltaba las libertades de los castellanos o te¬nía otro tipo de referencias a la actualidad (por ejem¬plo, aparece Isabel la Católica durante el reinado de Isabel 11 y el Compromiso de Caspe o, lo que es lo mismo, el rey elegido por los súbditos en tiempos de Amadeo de Saboya).

2. El movimiento de las ideas y de la sensibilidad

Esta justificación del Estado, al que se encuentra un fundamento en la historia nacional previa, consti¬tuye tan sólo uno de los aspectos de la cultura espa¬ñola en los años centrales de siglo XIX. En ellos es un factor perdurable la influencia francesa pues, aunque existan otras (por ejemplo, la británica o la alemana), lo cierto es que la citada en primer lugar resulta la más persistente y perdurable. De influencia francesa es, por ejemplo, el liberalismo doctrinario que tanto influye sobre el grupo moderado de la época isabeli¬na, y de influencia francesa será también el socialis¬mo utópico, que está vinculado con los grupos más radicales dentro del liberalismo. Algo parecido puede decirse de las artes visuales.

a. El espíritu romántico
El liberalismo coincide en su advenimiento en Es¬paña con la difusión del movimiento romántico. Al¬gunos de los protagonistas de la literatura de esta sig¬nificación fueron, además, dirigentes políticos, como es el caso de Francisco MartÍnez de la Rosa, autor de La conjuración de Venecia, drama estrenado en 1834, o del duque de Rivas, que estrenó en 1835 Don Álvaro o la fuerza del sino, quizá la obra más significativa del romanticismo.
Se ha señalado con razón que, aunque la influen¬cia de este movimiento cultural date de la fecha indi¬cada, lo cierto es que España vivió colectivamente una experiencia de romanticismo a partir de la guerra de la Independencia y también en el primer liberalis¬mo, en el que la denominación misma de un grupo político como «exaltado» es una buena prueba de ello. Además, España se convirtió para los románti¬cos de otras latitudes en el país romántico por exce¬lencia, por su mezcla de exotismo, arrebato vital y pasado histórico. Alguno de los grandes románticos españoles, como José de Espronceda, constituye el ejemplo del literato interesado en la política más ra¬dical, en paralelo con el poeta británico Byron.
El romanticismo constituyó en España una reali¬dad cultural que no se extinguió con la primera gene¬ración que le vio triunfar, sino que perduró a lo largo de todo el siglo. El Don Juan Tenorio de José Zorrilla, por ejemplo, data de 1844, pero en el teatro se puede percibir la presencia del ideal romántico,'irra¬cional y apartado de todas las reglas, en la obra de José de Echegaray. Algo tan característico del>ro¬manticismo como es la idea de que existe un «espíri¬tu de la Nación» que es anterior al individuo y se le impone de manera necesaria no aparece sino en el fin de siglo, tras la traducción de los teóricos alemanes.
En relación con esta idea de la existencia de un es¬píritu de cada pueblo capaz de dar sentido a su tra¬yectoria ya se ha hecho mención a la creación de una simbología sobre España y su pasado. Sin embargo, no es ella la única que aparece en estos momentos, si¬no que también fue característica del romanticismo la recuperación de las culturas regionales y de las nacionalidades periféricas que, a partir de la época moderna, habían tendido a desdibujarse por directa persecución -sobre todo a partir del año 1715 en el caso de Cataluña- o por haber quedado marginadas a los medios rurales.
Esta recuperación de la cultura propia se llevó a cabo en primer lugar en Cataluña, donde la oda A la Patria data de 1833 y a partir de 1859 existen unos locs Florals que recuperan la lengua propia y le proporcionan la respetabilidad de la versión literaria. En Cataluña, además, se dio una interpretación de la historia que partiendo del pasado medieval servía pa¬ra llegar a una conciencia nacional propia o a la de¬fensa de una especificidad muy marcada, como es vi¬sible en la obra de Milá i Fontanals y Bofarull. En fin, ya en los años setenta se había iniciado, en un primer germen, el paso de la defensa de la cultura ca¬talana al comienzo de vertebración del catalanismo como movimiento político, por lo menos en lo refe¬rente a la creación de una prensa propia.
En el País Vasco la recuperación de la lengua es algo posterior, de modo que, a título de ejemplo, sólo en la nueva guerra carlista producida durante la etapa
revolucionaria las escuelas organizadas en la zona controlada por los tradicionalistas tuvieron una edu¬cación bilingüe. Hubo también una literatura del ca¬rácter fuerista y en la obra de Navarro Villoslada, Amaya o los vascos en el siglo VIII (1876), se en¬cuentra una exaltación del pasado vasco como medio para mitificar la propia nacionalidad.
El Rexurdimento gallego -que como la «Renai¬xen a» catalana significa lo mismo que recuperación del pasado cultural y lingüístico- empezó en tomo a los años cincuenta del pasado siglo. Del año 1866 data la Historia de Ga/icia de Murguía, exaltatoria del pasado. Murguía estaba casado con Rosalía de Castro, la principal gloria literaria de la Galicia del siglo XIX.

b. Literatura y ensayo
El tránsito del romanticismo al realismo resulta también perceptible en la literatura, que evoluciona en este sentido al menos en la narrativa, aunque el teatro y la lírica permanezcan en gran medida vincu¬lados a la tradición romántica.
La novelista Fernán Caballero, a partir de finales de los cuarenta, significa un propósito didáctico y sentimental, pero alejado de la exaltación romántica que se identifica con el liberalismo radical. En una línea alejada del romanticismo y más cercana al pen¬samiento de la burguesía tradicional y hogareña es¬cribirán también Bretón de los Herreros y Cam¬poamor, mientras que Juan Valera hará excepciona¬les retratos psicológicos muy alejados de ese mundo romántico. De todos modos, la victoria propiamente dicha del realismo sólo tiene lugar en el periodo re¬volucionario abierto a partir de 1868, como escribió Clarín, un miembro de esa generación realista. A partir de Pérez Galdós la novela tiene como protago¬nistas esenciales a las clases medias españolas.
El cambio hacia el realismo en la narrativa estuvo acompañado también de una importante transforma¬ción en el panorama ideológico. Las dos versio¬nes político-partidistas del liberalismo tuvieron sus respectivas elaboraciones teóricas. A lo largo de la primera mitad del siglo XIX predominó el liberalismo doctrinario en el que es posible encontrar matices específicamente católicos (en el caso de Jaime Bal¬mes) o derivaciones autoritarias o dictatoriales (en el de Donoso Cortés). El liberalismo de tono progresis¬ta caracterizó a talantes como el de Mariano José de Larra pero también a escritores en materias econó¬micas como, por ejemplo, Flórez Estrada. Lo ca¬racterístico del periodo posterior es la aparición de doctrinas que superan al liberalismo, enmarcándose dentro de un pensamiento demócrata o vinculado con el socialismo utópico, también de procedencia fran¬cesa, como es el caso de Sixto Cámara o de Pi i Margall.
Mucha mayor influencia tuvo la introducción de la filosofía del alemán Krause por parte de Julián Sanz del Río. El krausismo era una ecléctica ver¬sión del idealismo, del que interesan más que nada sus consecuencias sociales y políticas. Su racionalis¬mo armónico parte de la concepción de la filosofía como un saber de salvación. A partir de estas concep¬ciones lo esencial en él es un talante deísta impregna¬do de una exigencia ética. Su visión de la sociedad, armónica y evolucionista, fomenta una concepción li¬beral, reformista y poco proclive a confiar en exclusi¬va en el Estado. Sanz del Río se dedicó tan sólo a la docencia desde 1854 hasta su muerte en 1869, pero fue el principal artífice de una línea de liberalismo muy alejada del moderantismo y del progresismo y que inspiraría a gran parte de la intelectualidad y la política españolas. Sin ella empieza por no enten¬derse la significación del periodo revolucionario 1868-1875.